Y parecía desvanecerse.

Tu sombra tiene más de ocho mil colores

para que nunca deje de verla,

me quiere setenta y cinco veces más que tú,

me duele a cientos de pasos de distancia

y a una decena de hombres de ti.

Pero es preciosa.

Acústica.

Imborrable.

Y quiere lo mismo que yo

pero sin querer quererlo.

Y te es infiel

en el siete por ciento

de las cosas que hace por ti,

como yo.

Pero es feliz.

Y también es cascada.

Y sonámbula.

Y mía.

Ella fantasea conmigo

cada tres segundos malgastados en otra.

Y no soporta más de cuatro lunares

que no lleven mi nombre,

y la que está en tu cama tiene pecas

y dura más de tres, de seis, de nueve…

Y por eso tu sombra vuela,

conmigo,

casi sin ti,

contigo siempre…

Que treinta lágrimas ahorcadas

no matan tu recuerdo,

ni veinte orgasmos seguidos

superan  uno contigo…

le dije.

Que una discusión de tu boca

vale más que cientos de besos de otra.

Y el palpar de un dedo tuyo

me hace insensible a una mano suya…

me dijo.

E hicimos el amor cuatro o cinco veces,

y nos quisimos cada segundo de roce,

en cada tentación al olvido,

en la caída a la soledad…

Por ser sombra,

por no ser tú,

pero sí ser mía,

por no ser real

y fingir que existe por mí.

Tu sombra,

tu único mío,

mi único tuyo.